- Un arquero de la vida -

16:59

Él es Eduardo, Eduardo Juan.
Cuando todavía carecía de uso de razón, me costaba aprenderme el orden de sus nombres. Para mí Juan Eduardo combinaba mejor. El tipo se indignaba, pero con paciencia me explicaba una y otra vez. Siempre con paciencia. Una de sus principales virtudes.
De chica, pasar tiempo con él y con mis tres hermanos mayores -parte del clan Muiño- me convirtió en una salvaje. Los que me conocen se imaginarán que entre el mundo delicado de las Barbies y la ferocidad de embarrarme jugando a la pelota, mis preferencias se inclinaron siempre hacia lo segundo.
Los años pasaron, para todos, pero nosotros nunca dejamos de jugar.
En "El Principito" -mi libro preferido- hay una frase muy conocida que dice que "todas las personas mayores han sido primero niños, pero pocos lo recuerdan".
Hay tres cosas que puntualmente admiro de Eduardo. La primera es que él está repleto de recuerdos que le encanta transmitir, de esos que te ponen los ojos brillosos y la piel de pollo. La segunda es que su niño interior permanece intacto. La tercera: es un arquero de la vida.
Esta foto lo refleja a la perfección.
Mi viejo me enseñó que no importa la distancia, dirección, sentido o intensidad del impacto. En cualquier caso, te parás firme, mirás la pelota, levantás los puños y atajás, para que el golpe no te dé de lleno en la cara. Sólo podés atajar porque otra no queda.
La vida está repleta de pelotazos, de goles en contra, de fracasos, pero si hay algo que aprendí de papá es que sin importar cómo esté el marcador, tarde o temprano se puede pasar a la mitad de la cancha. No hay que bajar los brazos. Sólo hay que saber dar revancha.
Hoy este arquerazo que supo armar su propia selección, anota sus 67.
¡Feliz cumple, capitán!
¡Vamos por más!

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