- Deconstruite, compañerx -

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Existe este criterio chato de que, para encabezar y portar una bandera de lucha, se debe ser parte del sector por el cual alzamos nuestra voz y nos hacemos oír. Y quien quiera oír, entonces, que oiga, o lea, ya da igual.
Si digo chato, es porque mi subjetividad se opone con todas sus fuerzas a tal postura que no sólo no construye, sino que a la vez destruye.
Un sabio de la vida dijo hace ya un tiempo que no avanzar es retroceder. No hace falta dar pasos en falso ni caminar en reversa para asumir de forma explícita que estamos reculando. El hecho en sí de permanecer estáticxs, es indicio suficiente para hacernos cargo de que no estamos progresando, y no progresar genera un retroceso. Lo mismo sucede con la construcción.
Todo aquello que no construye de forma constante, a la larga, destruye. Y en una era en la que se pelea por la deconstrucción, si no comenzás justamente a deconstruirte de cero, sos quien -te guste o no- ralentiza la evolución. Esto se traslada a todos los aspectos de nuestra vida.
Siempre digo que soy una piba que no tuvo una crianza difícil. Si vamos al caso, crecí con un televisor a color. La tuve fácil respecto a la vida que llevaron mis viejxs.
Mi mamá sufrió el abandono de su padre a sus 17 años y tuvo que ponerse una familia al hombro. Mi papá sufrió discriminación por vivir en la villa, por venir de una familia humilde que se repartía el pan para comer y por no tener guita para comprarle un regalo a sus compañeritxs de clase. Me acuerdo como si fuese hoy el día que me contó esa historia. Tenía 10 años y no entendía un cuerno de lo que era no tener para comer. Esa anécdota a mí me construyó. Desde ese instante, entendí lo que era la conciencia de clase, sin siquiera saber rotularla.
De pendeja me costaba horrores ver documentales que hablaran sobre el mal llamado Proceso de Reorganización Nacional (PRN). Nunca supe explicar por qué. No viví la dictadura de cerca. No soy hija de desaparecidxs. No tengo familiares cercanxs víctimas de la misma. Así y todo, en mi memoria subyace vívido el momento en que Néstor bajó los cuadros de Videla y Bignone del colegio militar. Nunca antes visto. Sentí, como ciudadana, un empoderamiento inexplicable. Supe contundentemente que «ese» era el camino. Tuve la convicción, a mis 13 años, de que como pudiera iba a agitarla en esa lucha. Y así fue hasta el día de hoy, y seguirá siéndolo hasta que el cuerpo me lo permita.
Ya de más grande, corría el 2010, y a mis 19 se aprueba la Ley de Matrimonio Igualitario. Yo, en esa época, reprimía mi homosexualidad sin darme cuenta, sin saber que esta misma ley, años más tarde, me favorecería directamente. Sin embargo, celebré por todxs mis allegadxs -y no tanto- que tuvieran un derecho más adquirido, porque eso también es parte de la construcción social. Así fue como comprendí las marchas del orgullo, y hoy festejo que, en esas concentraciones, se sumen heterosexuales que comprendan y aguanten los trapos por una sociedad más justa y equitativa.
A mis 21, ya siendo estudiante de la carrera de Producción Integral de TV, nos toca, con un grupo de compañerxs, hacer un documental. Una de las pibas sugiere, entonces, encarar la temática de la trata de mujeres. Tuvimos la posibilidad de hacer una entrevista en la sede de Buenos Aires de la Fundación María de los Ángeles, impulsada por Susana Trimarco. Allí fue cuando comencé a marchar por la aparición de su hija, Marita Verón.
Así, puedo dar incontables ejemplos, como lo es la lucha docente, o la batalla constante en miras del aborto legal, seguro y gratuito. Soy lesbiana, con lo cual hay muy pocas posibilidades de quedar embarazada, pero creo con todo mi ser que la maternidad será deseada o no será.
Por todo esto marcho y lucho, y también decido, hoy, grabar una película villera y feminista, relatando la violencia extrema que sufren las mujeres víctimas de la ausencia estatal. Porque reflexionando, comprendo que no debo formar parte ni padecer, sino que empatizar. La empatía mueve el mundo, o al menos el mío.
Sumate a la lucha, compañerx. Construí. Construí con tus convicciones. Pero principalmente, deconstruí. Deconstruite, compañerx. Sino sólo sos una construcción de la destrucción en potencia.


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