- Reencuentros -

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Conocí a María en marzo del 2012, un año después de haber comenzado a estudiar Producción Integral de TV en TEA Imagen.
Hicimos el primer año en comisiones diferentes, pero para cuando llegó el segundo, los directivos cayeron en la cuenta de que debían unir a los dos cursos por falta de estudiantes. Aparentemente entre las dos divisiones, casi hacíamos una.
La adaptación costó. Lo que tiene TEA -un instituto privado y terciario- es que se supone que vos comenzás la carrera con un grupo de gente y esa gente te acompaña hasta el final de la meta. No pasó. Sin embargo, jamás voy a olvidar mi primera impresión al ver a María y más precisamente al escucharla.
Recuerdo que, durante las clases iniciales de cada materia del ciclo lectivo, cada profesor y profesora, se encargaba de hacernos una especie de cuestionario oral que consistía en indagar sobre nuestra identidad y sobre por qué habíamos elegido la carrera. Ahí apareció por primera vez la voz de María desde su humilde asiento.
«Yo estudié Periodismo hace unos años, pero ahora trabajo en una concesionaria. Siento que estoy muy alejada de mi vocación y me parece una buena forma de reconectar»
Era, por lejos, la más madura del curso. Adulta también, pero no me refiero, en este caso, a un rango etario. La edad no siempre está ligada a la madurez mental, aunque justo acá se cumplía una regla directamente proporcional.
Tuve la oportunidad, con el correr del año, de comprender también su postura política. Compañera de acá a la china. Se olía a la distancia en cada gesto, en cada mirada, en cada abrazo, pero también en cada ideal y convicción que reflejaban sus palabras. Esto me hizo terminar de adorarla, junto con su instinto maternal, aunque siempre me sentí más bien como su hermana menor. Me gusta creer que ella se sintió conmigo de igual forma, sólo que a la inversa.
Una vez terminada la carrera, para finales del 2013, el tiempo nos distanció. Pero no cortó con el cariño que siempre nos tuvimos. Eso es lo que tienen los vínculos genuinos, que, sin importar la lejanía, el afecto perdura.
Durante todo ese tiempo me alegré por sus logros, sufrí por sus pérdidas y la acompañé en cada progreso y proceso de su vida, a veces dándoselo a conocer, y otras tantas no.
Las vueltas de la vida tienden a ser sorpresivas y maravillosas, al menos a largo plazo, y una de esas maravillas nos volvió a juntar en un momento trascendental de la vida de María; aunque si he de sincerarme, esta maravilla no me sorprendió.
Pues resulta que este año se convirtió en un desafío en su vida, en uno de esos que son gratos y que te hacen crecer desde lo profesional y más que nada desde lo personal. Y aquí es donde se da el tan flamante reencuentro, y de lo que particularmente me gustaría hablar.
Pasaron seis años de la última vez que vi físicamente a María. Seis años de los que no hubiera caído en la cuenta de no ser por tenerla delante mío y hacer justamente la cuenta, incrédula, con mis propios dedos. No era un cálculo por demás complicado. 2019 menos 2013 da definitivamente 6, pero es que yo no lo podía creer. Era como si el tiempo no hubiera transcurrido, al menos no para nuestra relación de amistad. Obviamente pasaron cosas en nuestras vidas y somos dos personas totalmente distintas, pero no en cuanto a nuestro lazo y eso también es una maravilla más de la vida.
Lo irónico es que este afortunado reencuentro se dio a raíz de un grato pretexto, de una válida excusa, pero esencialmente por «REENCUENTROS».
"Reencuentros" es la ópera prima de María. Su primer libro. Su segundo bebé, considerando que es madre ya de una rubia preciosa de ojos afarolados. Y aquí es donde no me sorprendo, porque si vuelvo sobre mis pasos y repaso esas primeras palabras de María en TEA el día en que la conocí, puedo vislumbrar con suma claridad su determinación, que siempre estuvo firme, sólo necesitaba de un poco de tiempo para plasmarla en algo tangible, concreto y de valor.
Entonces, respecto a nuestro reencuentro, se dio nada más ni nada menos que en la Feria del Libro, en la presentación de su primogénito. De más está decir, el abrazo fue único e inolvidable, al igual que verla sentada desde la primera fila leer el primer capítulo de su obra maestra.
Ese mismo día me compré "Reencuentros", y una vez que comencé, tardé en leerlo tanto como tres horas. Prácticamente me lo devoré. Me atrapó desde la historia, hasta la narrativa y lo excelentemente que están reflejadas las emociones y los pensamientos de la protagonista.
"Reencuentros" habla de una mujer, Julieta, que a causa de un cáncer de mamas debe pasar por una cirugía de extirpación de las mismas. A raíz de este suceso, cambia completamente su perspectiva, su autoestima y su valoración como la mujer que es. Esta circunstancia la atraviesa en cada ámbito de su vida, incluyendo su vínculo marital. Ella deja de sentirse atractiva y, para mal de males, su marido también. El desgaste en la relación, hace que Julieta -por esas causalidades de la vida- dé lugar a una nueva tentación.
Nunca fui muy amiga de las historias que reflejan una posible infidelidad. Quizá porque tengo una estima tal por la monogamia, que me afectan desmedidamente los relatos que retratan la falta de compromiso. No obstante, María encuentra las palabras justas para una narrativa más que convincente.
"Reencuentros" se convierte, entonces, en un antes y un después. Hasta los más simples detalles están minuciosamente pensados para generar algo tan movilizante así en la mente como en el corazón de cualquier lector o lectora que se adentre en la aventura de leerlo.
¿Lo recomiendo? ¡Pues claro que sí! Leelo y apoyá, desde tu más mínima acción, lo autogestivo, lo que cuesta desgarradoramente, en una era en la que el Arte -por muy atacado que se vea por las políticas neoliberales- es lo único que nos puede salvar, y María tiene la buena fortuna de ser una de las que lo logra perpetuar.

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